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Cómo se concibe el mundo del Siglo XXI

Malecón Aventurero

Por: Javier Prieto A.


1.- Corrupción extensa.

La mayoría de las series de TV ven al mundo globalizado de este principio de Siglo como si la corrupción estuviera centrada en toda la vida social. No sólo se denuncia la corrupción de en la política, sino algo generalizado: fraudes electorales, asesinatos, adulterios, promiscuidad homo y heterosexual, agencias de espionaje asesinas y torturadoras. A eso parece estar dirigido el poder y el dinero. La distopía del mundo actual desconoce límites éticos sino que aparece como irreversible: vicios sexuales, cinismo, mentira, calumnia, chantaje, control totalitario del poder y asesinatos. Todo esto extendido, de tal manera, que ya lo normal es lo anormal y se nos invita a verlo “con naturalidad”. Se trata de algo que llegó para quedarse.

Pintan una decadencia instalada y querida desde la cumbre del poder en la nación más poderosa y se hace extensiva a todas las demás naciones. No hay ética en la manera de vivir y, esta inmoralidad viene de las altas esferas del poder. También hay relatos que presentan las crisis por la manipulación y clonación con humanos.

Se dirá que son relatos fantásticos que no pretenden retratar la realidad; pero no, no es así, sino que hay una clara intención de exhibir con detalle todo lo que está sucediendo. Al inicio destacaron por su sensacionalismo las series House of Cards y Scandal. La acción en ambas se situaba en la Casa Blanca. La película el Lobo de Wall Street, pintó la inmoralidad de los agentes de la bolsa que dedican su vida a la pura especulación con los malos manejos y las adicciones a las drogas, al fraude. Belfort campeón de la estafa que hunde y manipula gente y pone en las crisis las finanzas y la economía mundial. Si la intención de estas series fuera, como la de los profetas que denuncian las perversiones de la sociedad de su tiempo intentando ponerles fin, vislumbrando caminos hacia el arrepentimiento, eso estaría muy bien. Pero no, lo que tratan es contagiarnos de una visión descarnadamente cínica de lo que está ocurriendo hoy en el mundo. Los relatos no dejan expectativa válida al espectador. Así son las cosas, y así van a continuar.

Parecería que vivimos una larga decadencia en la que el mal parece invencible. El decadentismo se prolonga de la primera posguerra mundial a la segunda y pasa luego por las de Corea, Vietnam, los Balcanes; y, ha vivido su plenitud Afganistán e Irak.

Los grandes males se han instalado definitivamente para quedarse a vivir entre nosotros como algo permanente e irremediable. En este final de la historia, no hay casi ningún relato ni analogía que nos permitan una recuperación moral. ¿Dónde están, en este Siglo XXI personajes como Gandhi, Luther King, Mandela? Porque parece no haber nadie que invite a un resurgimiento moral en medio tantos desplantes que resultan falsos e hipócritas.


2.- Cura que propone un psiquiatra.

Quizá las ideas del Psiquiatra Víctor Frankl nos ayuden a recuperar el sentido de la existencia y a restaurar los valores verdaderos: Sostiene Frankl que el impulso fundamental del hombre es encontrar “el significado potencial de la vida en cualquier tipo de condiciones” (pues) “La vida nunca se vuelve insoportable a causa de las circunstancias, sino solamente por falta de significado y de propósito”. “Incluso cuando todo lo demás se le ha arrebatado, el hombre mantiene su última libertad: la de “escoger qué actitud tomar en un determinado conjunto de circunstancias”. “Los seres queridos, la religión, el sentido del humor e incluso el poder curativo de la naturaleza pueden dar al individuo un sentido de significado en tiempos de gran sufrimiento. El sentido puede venir de distintas fuentes, pero ninguna es más poderosa y transformadora que el amor”.


“El Amor es el objetivo final y más alto al que el hombre puede aspirar.Percibir el significado, el mayor secreto que la poesía, el pensamiento y la creencia humanas pueden revelar: la salvación del hombre viene a través del amor y en el amor”.

“No ames el éxito. Cuanto más lo ames y lo tomes como un objetivo, más te alejarás de él. El éxito, así como la felicidad, no pueden ser perseguidos; deben suceder, y sólo suceden como efecto colateral de una dedicación personal a una causa mayor que uno mismo o como producto de la entrega a una persona que no es uno mismo. La felicidad debe suceder, y lo mismo vale para el éxito: debes dejarlas suceder en lugar de preocuparte por ellas”.

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