Por Yaya González / Sommelier
Viajes, comidas, maridajes y lugares por descubrir. Lugares para presumir, para disfrutar, y especialmente para los mexicanos, lugares para mostrar su tesoro. Como sommelier mexicana, tengo la dicha de haber nacido en Baja California. Desde mi infancia he estado acostumbrada a disfrutar los sabores y productos de esta tierra y estos mares. Nacemos y vivimos con un paladar privilegiado que reconoce esos sabores, aromas y calidad. Productos como nuestra langosta, abulón, caguama, crustáceos, moluscos, patas de cangrejo, y más.
Con 54 años de vida, siento que apenas se le está rindiendo el reconocimiento y promoción que merece. Aunque actualmente está viviendo un auge, esta tendencia ha estado presente desde hace años entre los locales. Además, tenemos la ventaja de estar cerca de la ciudad de San Diego, viviendo en Tijuana, en la frontera con Estados Unidos. Esto nos permite discernir aún mejor en términos de gastronomía, sabiendo qué es auténtico y qué no lo es, y reconociendo cuando se nos ofrece un producto garantizado.
Los contrastes al viajar desde Tijuana a CDMX, o al interior del país, son notables. Mientras que en Tijuana estamos influenciados por lo americano, en CDMX cambia por completo. Allí, uno se siente tentado a disfrutar de un tequila con su sangrita y limón en caballitos, que varían en tamaño y también se presentan como garañones. Estos últimos se sirven en vasos tequileros de tamaño similar y se acompañan con sangrita, ya sea elaborada en el momento o la clásica sangrita de la viuda. Además, se ofrecen limones jugosos y botanas como cacahuates, chicharrones y aperitivos salados.
Para los amantes del buen vivir y los sibaritas, cada lugar en el mundo tiene su plato emblemático, su origen culinario. Por ejemplo, en el estado de Sonora destaca su machaca seca, carne seca y tortillas de harina sobaqueras, mientras que Oaxaca es conocida por su amplia variedad de moles. Yucatán, por su parte, ofrece la exquisita cochinita pibil y el salpicón de venado a la naranja. Viajar y conocer el mundo a través de sus platos y bebidas es una experiencia enriquecedora.
Hablando de viajes, aterrizamos en CDMX. Como sommelier, no podía dejar de visitar el clásico lobby bar del Hotel Presidente Continental, en Polanco. Este hotel alberga la cava más antigua de Latinoamérica con 2,010 - 2,500 botellas de todo el mundo, una auténtica joya.
Acceder a esta cava no es para cualquiera; se requiere ser alguien dedicado o con conocimientos para apreciar y entender dónde se encuentra uno.
Explorar los pasillos y puertas de esta cava es como adentrarse en un banco de lingotes de oro. En mi caso, esos "lingotes" son el vino, auténticas joyas embotelladas. Vinos de todo el mundo, desde rarezas como un vino blanco árabe hasta botellas magnum y etiquetas de renombre de Francia, España, Italia, México, Hungría, Nueva Zelanda y Estados Unidos.
Salimos de la cava extasiados y nos dirigimos a un restaurante especial, el Au Pied de Cochon, con casi 30 años de tradición. Este restaurante francés, abierto las 24 horas, es un ícono tanto en París como en CDMX. Es un lugar donde los aromas franceses te envuelven desde que entras: la repostería, la mantequilla cremosa de leche, las especias, las finas hierbas y la clásica sopa de cebolla.
Este viaje me rememora los tiempos en Tijuana. Desde los 10 años, acompañaba a mi madre, quien era accionista del Hotel Ramada Inn, uno de los primeros hoteles construidos en la ciudad. Dentro de ese hotel, se encontraba el famoso restaurante francés El Rey Sol, con su sede original en Ensenada. Recuerdo cómo mi madre y yo disfrutábamos del pato y el faisán. En el ambiente del hotel, El Rey Sol era un verdadero festín.
Esos momentos me enseñaron a apreciar la gastronomía desde temprana edad y me dejaron con una cultura culinaria arraigada. ¡Soy una sommelier apasionada por la experiencia gastronómica!
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