Por Larisa Osuna Lever
Sí, es posible.
El divorcio es un acontecimiento que le ocurre a toda la familia, no se limita a la pareja. Tiene un impacto colosal en aquellos miembros del núcleo familiar. El divorcio es un antes y un después, un parteaguas que debe ser gestionado con el mayor cuidado y esmero para contención de daños.
No es mi intención juzgar a aquellas personas que toman esa difícil decisión. Soy muy consciente de que el proceso no es fácil para ninguna de las partes, ya que me dedico a mediar conflictos y, constantemente, veo el desgarre emocional que las partes experimentan ante decisiones de índole legal, financiero, moral y hasta de sus valores cuando deciden disolver su matrimonio.
Hoy quiero referirme a los hijos del divorcio y cómo puede hacer una gran diferencia cuando los padres se divorcian compasivamente.
En una opinión muy personal, para llegar a esa decisión, primero las partes debieran agotar deseablemente otras instancias, como el buscar ayuda, consejería matrimonial, terapia y apoyo espiritual una vez que detectan que algo no está funcionando bien en su relación, pero, sobre todo y en primera instancia, comunicarse con su pareja con HONESTIDAD Y COMPASION.
Constantemente me toca presenciar el dolor de personas que no tuvieron la oportunidad de realizar reflexiones y cambios, porque se enteraron a tiempo de cómo se sentía su cónyuge. En otras ocasiones, las partes realizan intentos no asertivos para expresar su descontento y no llega a su interlocutor/a de manera idónea. Esto, amables lectores, causa enormes estragos en la persona que se queda, que sufre el abandono e indudablemente en los hijos. Entiendo que ambas partes sufren un duelo. No necesariamente al mismo tiempo.
En ocasiones, el cónyuge que se va ya procesó años antes y, al momento de la disrupción, pareciera que no siente ningún remordimiento.
Las secuelas de la falta de honestidad y compasión, dañan en lo más profundo de los corazones y desestabilizan a los menores hijos de una manera muy importante. Sabemos que esta cultura promueve el soltar y el dejar ir antes que el reparar y sanar. Aunado a eso, me topo con que frecuentemente se les miente a los hijos o se les subestima. Se le ocultan las razones, o se le deja deducir lo que está ocurriendo. Y es justo aquí donde quisiera enfatizar la importancia de tener compasión por sus hijos.
Los padres que logran tener la madurez suficiente para agotar todos los recursos disponibles de restauración de la relación, antes de dar el paso al divorcio, pueden ver a sus hijos a los ojos y ser honestos respecto a la decisión que se toma y que les incumbe a ellos de una manera trascendental; explicarles que la prioridad será construir una nueva relación parental de colaboración, que el amor hacia ellos continúa intacto y que es justamente por ese amor, buscarán que impere la cordialidad en la nuevas dinámicas familiares. Y hago hincapié en liberar a los hijos de toda responsabilidad de jugar el papel de maduros o de adultos, así como el querer imponerles la obligación de ser intermediarios, o tener que dividir su lealtad ante la falta de compasión de sus progenitores.
Y de los temas legales ni hablar, pareciera que se embarca uno en un viacrucis en el momento que pisa un tribunal. Creo que hay mucho que podemos hablar del tema, pero mi interés es hacer una reflexión acerca de la posibilidad de ser más compasivos, en uno de los momentos más desafiantes para una familia.
Gracias por leerme.
¡Prueba la mediación!
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