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Mamá.

por: Psicóloga María Isabel Uribe Velasco


El 10 de mayo es una fecha sumamente importante para nosotros en nuestro México. Celebramos a las mujeres a través de las cuales se nos permitió llegar a esta tierra.

Dicen que la vida es un regalo, y yo realmente así lo creo, un regalo maravilloso que nos ofrece grandes aprendizajes y experiencias, entre ellas el amor. Sentimiento sagrado que nos hace la vida buena y hermosa.


La primera persona que nos asoma a ese sentimiento es nuestra madre. No todas, cierto, pero sí la inmensa mayoría.



Todos sabemos la importancia de tenerla, puede ser alta, delgada, llenita o bajita.

Nuestra mamá es nuestra mamá!

Nos lastima que la critiquen, desearíamos que fuese perfecta, que todos la admiraran y que dijeran, ¡Qué bonita tu mamá!!. SIEMPRE.”.


Un día nos damos cuenta que son humanas, que son mujeres.

Que nos llevaron en su vientre, a veces de buenas (otras no tanto), sin embargo las amamos.

Aunque… a veces sentimos que las odiamos. Es la complejidad humana.


Su trabajo es difícil, nos aman, pero tienen que educarnos, guiarnos, y muchas veces no saben la mejor forma, y entonces se sienten culpables y lloran o gritan y reniegan.

Como hijos, hijas, sabemos que todo eso pasa en ellas.


Las vemos convertirse en las peores brujas o en los ángeles más luminosos.

Grandes contradicciones se nos presenta ante nuestros ojos, como hijos e hijas.

Y basta, sí!, solo basta que nos den un beso para que todo se arregle, para que los miedos se vayan, para sentirnos fuertes y seguros, para saber que somos los mejores, porque ellas nos lo dicen.


Cuando crecemos y nos damos cuenta que no éramos tan guapos o tan bonitas como ella nos dijo, tenemos una revelación y entendemos el por qué lo decía; no mentía, así nos veía y nos seguirá viendo nuestra Mamá.

Somos sus hijos, sus hijas…eso es su mayor tesoro.


Benditas mujeres que nos dieron vida, con todo lo bueno y malo que traían en sus manos, en sus historias, en sus experiencias, pues hicieron el esfuerzo enorme de ayudarnos a crecer, a vivir.


Amémosla DONDE QUIERA QUE ESTE, ya sin juicios.

Han hecho y siguen haciendo su mejor labor, crecer nuestra humanidad.

Agradezcámosle que fueran partícipes de darnos la vida y ayudarnos a sobrevivir. Las heridas emocionales que se ocasionaron durante la infancia se pueden sanar, para de ahí poder, en su totalidad, ver el milagro del cual ella es parte: La vida.


Les envío un abrazo.

Que tengan una excelente vida.

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