Por: Psic. Ma. Isabel Uribe
La Muerte, ésa a la que le hemos dado una figura, un rostro, para tratar de reconocerla, para que sea una amiga, para intentar entender el misterio infinito que es. Para que el miedo hacia ella no nos invada, hacemos esfuerzos para tratar de entender su misión.
Los seres humanos, a medida que vamos creciendo, vamos identificando y entendiendo todo lo que representa la muerte. La vida no es infinita, tiene un tiempo. Un día nos vamos a ir, saberlo nos estremece, no solo porque a nosotros nos sucederá, sino también porque a nuestros seres queridos les llegará.
Lo vemos en las flores, en los animales, y de principio nos impacta, poco a poco empezamos a entender que la vida es efímera y por lo mismo se vuelve valiosa.
Algunos la empiezan a cuidar, otros se rebelan y la enfrentan, dejan de darle importancia. Al fin y al cabo, dicen, un día se va a acabar.
Algunas canciones mexicanas lo dicen, “Si me han de matar mañana, que me maten de una vez”. En nuestro México, celebramos nuestros muertos, con la ilusión de estar más cerca de ellos. Es día para recordarles, para darles luz y que puedan volver a visitarnos, a regresar donde vivieron y les ofrecemos lo que más les gustaba, les rodeamos de colores, de aromas florales en sus tumbas o en casa, en fin, un día que celebramos su vida. Sí, su vida, su presencia que añoramos y que a la vez deseamos que donde quiera que se encuentren, estén muy bien.
Las religiones nos dicen que hay otra vida y que puede ser mejor que la que llevamos. Eso nos alienta, nos consuela, sin embargo, la muerte en el terreno psicológico es un tránsito importante de vivir.
El miedo, los seres humanos lo tenemos y debemos tenerlo, miedo a morir, lo traemos en nuestro cuerpo, el mensaje ahí está, la sobrevivencia es el principal motor de la vida, es como si el cuerpo supiera que tiene que luchar para vivir y llegar hasta que ya no sirva para funcionar como lo necesita, y se esfuerza una y mil veces. Sobrevivir es lo importante para él.
Cuando nos enfermamos mentalmente, ese instinto de sobrevivencia se pierde y se deja de sentir ese instinto tan poderoso, querer vivir. Y tenemos que darnos cuenta que esto es una enfermedad, algo en nuestro cerebro, por situaciones emocionales que se dañaron, no está teniendo la energía para luchar por continuar adelante.
Cuando esta decisión es del cuerpo que por sí mismo quien decide que ya no puede más y como consecuencia muere, nosotros, los que rodeamos al fallecido decimos: ya no había más que hacer.
Mientras esto no suceda, la vida, con todos los retos, conflictos y sueños perdidos, sigue siendo hermosa. Un sol que nos calienta en tiempo de frío, una brisa en el verano, un pájaro, una flor, nuestros hijos, nuestros padres, amigos, hermanos, todo lo vivo.
El misterio de la vida y de la muerte, que juntos nos llevan a luchar por vivir, a continuar la llamada vida.
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