Por Yaya Bond González, Sommelier.
De colores, sabores y aromas se viste el valle, de gamas de vinos y flores de diferentes tipos. Fiesta de colores, es llamada así por el colorido infinito de las vendimias en el mes de agosto, donde la fiesta y la vid se unen en su máxima expresión y se bendice la vid que nos da el fruto bendito: las uvas de colores para nuestros vinos.
Los colores van desde el cristalino, blanco, limón, dorado y ámbar hasta los colores rosados, naranjas, púrpura, rubí, violáceos, y granate.
Es ahí que tienes el privilegio de catar diferentes vinos que son tesoros de nuestros terruños. También se ofrecen comidas campiranas elaboradas por diferentes chefs reconocidos y premiados de nuestra Baja California. Existe una vendimia en especial que ofrece una riqueza en particular que une la cultura y el arte, mismos que van de la mano para el ojo conocedor. En este caso, la fiesta brava con nuestros toreros y rejoneadores, son algo brillante. Tienen la valentía que se requiere para dominar al toro y se visten de gala para su faena, y así demostrar su arte a la poca comunidad que entiende y valora, este arte. Los que con nervios y silencios observamos hipnotizados la corrida de toros. A la par y para refrescarnos, nos ofrecen cubetas llenas de hielo para seguir degustando sus vinos frescos de verano. Arte y cultura, un maridaje perfecto.
Empieza a caer la tarde y nos deleitamos con un panorama espectacular, de revista.
Siguen repartiendo vino y sus colores te incitan a beber y a quitarte esa sed que te da el clima único de Baja California. Nos tenían reservada una grata sorpresa, una gran variedad con un artista incógnito saliendo en medio de la magia de los viñedos.
Los caballeros disfrutaban sus habanos vistiendo sus clásicas guayaberas, y las damas, incluyéndome, vestidas de coloridos vestidos vaporosos y frescos para una tarde y noche calurosa y sabrosa…digna del valle, mi Valle de Guadalupe.
Cabe mencionar que soy una sommelier fanática y orgullosa de este evento porque a través de este, hace muchos años, conocí el vino. La vendimia es un escenario mágico y había mucho que aprender.
En ese tiempo, me tocó estar codo a codo con el entonces presidente de la República Mexicana, Vicente Fox, cuando voltea y me dice: sírvame un nebbiolo por favor señorita, yo, copa en mano le dije: ¡salud presidente! sin pena y sin tartamudear. Y así como esa, puedo contarles muchas anécdotas queridos lectores.
Era una vendimia que parecía no tener fin, una vendimia donde pasaban charolas de dulces mexicanos, botanas, taquizas, música y baile que agradecen los sentidos.
Fue una riqueza platicar con tanto personaje y ser testigo de lo sucedido. Tengo grabado en mi memoria cada una de las imágenes vividas.
¡Bravo por el gran disfrute y lo bien aprendido desde mis inicios en el mundo del vino.!
Agradecimiento especial a Vinícola L.A CETTO.
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