Habías escuchado sobre la Ecoansiedad?
- Redacción Urbanus
- 2 jun
- 3 Min. de lectura

Cuando el cambio climático también afecta la salud mental
No hace falta estar atrapado en un huracán, vivir una sequía prolongada o perder el hogar por un incendio forestal para sentir angustia por el estado del planeta. En los últimos años, millones de personas en todo el mundo han comenzado a experimentar un tipo de ansiedad particular: la ecoansiedad, un sentimiento persistente de miedo, tristeza, impotencia o desesperanza frente a las consecuencias del cambio climático.
No es una moda ni una exageración. Es una respuesta emocional real, cada vez más común, ante un problema global que parece crecer más rápido que las soluciones.
Comencemos por saber ¿Qué es la ecoansiedad?
El término fue acuñado por psicólogos para describir un estado de malestar psicológico que surge ante la percepción del daño ambiental irreversible o progresivo. No se trata solo de preocuparse por el futuro del planeta, sino de sentir angustia existencial, culpa, enojo o agotamiento emocional por lo que está ocurriendo con la Tierra.
Se manifiesta de formas distintas: desde insomnio y tristeza profunda, hasta culpa al consumir productos no sostenibles o miedo constante a desastres naturales. Muchas personas también reportan un fuerte conflicto entre el deseo de vivir con normalidad y la conciencia de que nuestros hábitos cotidianos contribuyen al deterioro ambiental.

¿Quiénes la sufren más?
Puede afectar a cualquier persona, pero es particularmente común entre:
Jóvenes que ven comprometido su futuro.
Activistas y ambientalistas que enfrentan un desgaste emocional constante.
Poblaciones vulnerables que ya sufren consecuencias del cambio climático.
Padres y madres preocupados por el mundo que heredarán sus hijos.
Paradójicamente, también afecta a personas que viven lejos de zonas de desastre, pero que consumen noticias e imágenes impactantes de manera constante. Las redes sociales y los medios de comunicación, al visibilizar los efectos del calentamiento global, pueden reforzar esta angustia sin ofrecer siempre herramientas para canalizarla.

¿Qué hay detrás de esta ansiedad?
No es solo preocupación; es también una forma de duelo. Duelo por los ecosistemas que desaparecen, por las especies que se extinguen, por la inocencia perdida frente al planeta. Es también una forma de crisis existencial, porque pone en entredicho nuestros estilos de vida, nuestros valores y nuestra capacidad de responder como humanidad.
En muchos casos, también se alimenta de la sensación de falta de control: aunque una persona recicle, consuma menos plástico o use transporte público, siente que sus acciones son una gota en el océano frente a decisiones políticas y corporativas que parecen inamovibles.
¿Qué se puede hacer?
La buena noticia es que hay formas de manejar la ecoansiedad sin ignorarla ni dejarse dominar por ella. Algunas estrategias incluyen:
Aceptar la emoción como válida. Sentirse triste o ansioso por el planeta no es debilidad; es una señal de empatía y conciencia.
Informarse con medida. Estar al tanto es importante, pero sobreinformarse puede ser paralizante. Busca fuentes confiables y evita el alarmismo.
Tomar acción, aunque sea pequeña. Participar en comunidades locales, adoptar hábitos sostenibles o apoyar causas ambientales ayuda a recuperar el sentido de agencia.
Hablarlo. Compartir lo que sientes con personas de confianza, o con un terapeuta, puede aliviar mucho del peso emocional.
Cuidar la salud mental. Practicar la atención plena, limitar el tiempo en redes y buscar momentos de conexión con la naturaleza son formas de restaurar el equilibrio interior.
No es un trastorno, es una reacción natural a una realidad global alarmante. No significa que estés débil, sino que te importa. Y aunque no podemos resolver la crisis climática de manera individual, sí podemos cuidar nuestra salud mental mientras contribuimos, desde nuestro lugar, a un cambio colectivo.
***Sentir miedo por el planeta no te hace frágil. Te hace humano.
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