Por Liliana Fischer
La crianza es una de las acciones de vida más significativas e importantes con efectos inmediatos. Es el acto y la consecuencia de amar, vincular afectivamente, cuidar, alimentar, dar valores y educar a los hijos, propios o postizos, con las herramientas disponibles de la madre, padre o cuidador.
UNICEF define la crianza positiva, como una tarea retadora de educar niños y adolescentes sin violencia en donde las madres, padres y cuidadores, deben proporcionar una crianza basada en el buen trato y libre de violencia.
Este es un proceso de vida que nunca termina, que va cambiando con las edades de los hijos y con la autonomía que van adquiriendo los hijos. Se enfoca en formar a los pequeños como seres humanos de bien, a que se conozcan y a encaminarlos a adquirir herramientas que les permitan convertirse en adultos emocionalmente sanos y autónomos.
Muchas veces, la crianza está altamente influida por la manera en la que fuimos criados por nuestros padres. Algunos progenitores buscan no repetir patrones dañinos que a ellos les perjudicaron en su niñez. No hay una forma correcta de educar a los hijos, ya que todos los niños y sus familias son diferentes.
El modelo ideal incluye amor incondicional, respeto, empatía, manejo de emociones, poner límites, modelar comportamientos adaptativos y enseñar la responsabilidad de las acciones.
La película “Poor Things”, del director Yorgos Lanthimos, es una deconstrucción surrealista de Frankenstein. Esta se enfoca en el desarrollo de Bella, una versión femenina de Frankenstein, revivida por un científico después de un intento de suicidio y su interacción con la sociedad y descubrimiento propio. La cuestión ética y moral de cómo la revive “God”, queda a interpretación. Una pregunta que surge con los avances científicos y tecnológicos que vivimos día a día.
Para mí la película toca múltiples temas: la cuestión científica, los valores, la ética, los afectos, la crianza, el desarrollo y la conducta humana; las emociones, la razón, el ego, el amor y desamor; las conexiones, la intuición, los intereses personales y comunales, la infancia, adolescencia, los vínculos, la consciencia y la inconsciencia; la confianza, la mentira, las soluciones a los problemas, la aceptación a lo diferente, los juicios, la falta de empatía, la justicia e injusticia y la vida.
Freud decía que el infante es un perverso polimorfo. Perverso desde el psicoanálisis, como el bebé-infante que se rige por el ELLO-egocéntrico-busca placer, para poder sobrevivir porque depende de sus padres para todo.
En la etapa anal, en el desarrollo psicosexual del niño, se le empieza a inculcar los valores, la moral, lo que es aceptado y no aceptado en la sociedad. Así comienza la formación del SUPER-YO. Etapa en que el niño es semiindependiente, cuando es movible al gatear-caminar.
El YO es el que interactúa con la realidad, está equilibrando el ELLO y el SUPER-YO para funcionar y vivir con su medio ambiente. Es decir, cada día, el YO trata de equilibrar las pulsiones de Eros-Tanatos.
En “Poor Things”, como en la vida, se pone a prueba la consciencia humana, las emociones y el manejo de las mismas, el egoísmo, el machismo, la doble moral, la seguridad e inseguridad, la sexualidad, el apego y desapego.
Y nos queda la duda de si Bella realmente llega al autocuidado, la liberación y al amor propio. Hay que digerir esta película y ver la significación que le damos.
¡A enfocarnos a atender la crianza desde el amor, para un mejor hoy para todos!
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