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La historia que nos contamos

Por Larisa Osuna L.



He leído por ahí que somos nosotros mismos la persona con quien mas hablamos. Mantenemos un dialogo interno constante. Nos criticamos, nos alentamos, interpretamos la realidad y los estímulos externos que recibimos y reaccionamos a ellos emocional o racionalmente y de esa manera interactuamos con los demás.

Cada día nos narramos la realidad tal como la percibimos y creamos en base a ella rutas de acción y decisiones por lo que debemos ser conscientes de este monologo que mantenemos ya que determina nuestra estabilidad y armonía interna.


¿Está la felicidad sobrevaluada? Pasamos una vida entera en busca de la felicidad que es lo mismo que perseguir al viento. Nadie alcanza felicidad absoluta y permanente. Vivimos una vida donde tendremos desafíos constantes que tendremos que gestionar para recuperar la estabilidad y armonía que perdemos cuando sufrimos. Es por lo que debemos enfocarnos en vivir una vida intencionada hacia el bienestar propio y hacia nuestro entorno.

Una de las ideas comunes que profesan la mayoría de las religiones del mundo, es vivir para servir al prójimo y tener un propósito más allá de nuestra felicidad propia.


Este tipo de razonamiento nos lleva a mantener el ego a raya ya que no somos el centro de todo y otros seres humanos importan y merecen ser tratados con dignidad y respeto a sus ideas. Dice un viejo adagio: “si algo te molesta el problema esta dentro de ti. “

¿Porque nos molestamos con las actitudes o acciones de otros? La respuesta es sencilla, pero a la vez profunda: Tenemos expectativas irreales de cómo deben ser los demás y creemos que todos deberíamos vivir en el mismo estado de evolución. No hay cosa mas absurda que esa.


Las personas somos moldeadas por nuestras experiencias y las registramos en una “base de datos” en nuestro cerebro quien desea confirmar lo que cree acerca de la realidad y de los demás y utiliza sesgos de confirmación que nos llevan en ocasiones a cometer errores de juicio y calculo.


El cerebro demanda enormes cantidades de energía para procesar y realizar las funciones orgánicas cada día y es por lo que en ocasiones utiliza atajos para reaccionar de manera emocional ante circunstancias que ameritan un razonamiento más lógico.

Supongamos que una mujer le platica a su esposo que en el trabajo no le dieron el ascenso que esperaba con tanta ilusión. El esposo le dice: “no te preocupes, por algo pasan las cosas, seguramente vendrán otras oportunidades o finalmente terminaran entendiendo que eras la mejor para el puesto” y luego le hace alguna broma y cambia de tema. La mujer interpreta la respuesta de su esposo de una u otra manera:

A) “No le interesa, claro cómo no es el al que le sucedió, ¡vaya que poca empatía!”

B) “Tiene razón, por algo no se abrió esta puerta ahora. Confío en que si me sigo esforzando quizás pronto se abra esa oportunidad. Mi trabajo me encanta y valoro el poder desarrollarme y se que tarde o temprano podre acceder a un mejor puesto. ¡Gracias por alentarme!”


En el primer caso, la mujer utilizo un pensamiento emocional, centrado en si mismo y reacciono desde el ego herido. El resultado es frustración, decepción y enojo.

En el segundo caso, la mujer utilizo un pensamiento racional autodirigido a pensar lo mejor de la situación y narrarse la mejor historia posible. El resultado es contentamiento, gratitud, armonía con su esposo y bienestar.


Dejemos de tratar de controlar a los demás para que sean lo que queremos, ya que de lo único que realmente controlamos es a nosotros mismos.

Revista Digital

"Hablemos de

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