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La Obediencia

Por: Por Mara Isabel Uribe Velasco/Psicóloga Clínica

Con mucho gusto los saludo, deseando estén bien.

El tema de la pandemia nos impone una serie de reflexiones, pues las figuras de autoridad se han puesto en primer orden. De ahí, el tema sobre la disciplina y la obediencia se ponen también sobre la mesa.

Nietzsche decía: “Tenemos que aprender a obedecer para después saber desobedecer.”

¿Cómo es esto y cuál es el punto crítico sobre la reflexión de este filósofo desde el punto de vista psicológico?

Cuando somos pequeños, nuestros padres son los que representan la figura de orden, la autoridad y obediencia están enlazadas necesariamente.


Para obedecerles, tenemos que haber creado lazos que se sustentan en habernos sentido protegidos, cuidados y atendidos por estas figuras, nuestros padres. Eso les concede que los respetemos.

Sentimos que quieren nuestro bienestar y aquello que pidan que hagamos, es por algo bueno. Ellos se responsabilizan de nuestro cuidado, nosotros los obedecemos.

Sin embargo, no es solamente ésta la forma que utilizan los padres para que se les obedezca, también nos someten con castigos y regaños e incluso con acciones violentas sobre nosotros, como dejarnos sin alimentos o proceder a utilizar diferentes instrumentos para corregir nuestra desobediencia cuando nos atrevemos a retarlos.

Actualmente, a los padres se les ha dificultado conseguir la obediencia de los hijos y pareciera que han perdido autoridad. No por falta de recursos, sino porque cada vez más los hijos requieren de un equilibrio entre el afecto y el correctivo.

Las influencias actuales de los diferentes medios electrónicos, han ido dejando a los adultos sin herramientas suficientes para dar mensajes de autoridad -como era el conocimiento que tenían los adultos- y que era la única forma de acercarnos a saber cómo funciona el mundo.


Ahora, ante cualquier duda, tenemos de forma inmediata la contestación a todas nuestras dudas…Google nunca nos falla. Ya no tenemos que preguntarle a la abuela la receta del asado, la tenemos en la palma de la mano y además, varias maneras de hacerlo.


Volvamos a la frase de Nietzsche.

Tenemos que aprender a obedecer para después saber desobedecer.

Suena tan simple y tiene tanta profundidad, ¿cuándo sabemos que lo que hacemos está bien, o está mal?

¿Quién lo dice? ¿Cuándo lo dijo?

Hay una serie de experimentos muy importantes realizados en los años 50, el de Milgram por ejemplo (les invito a que lo revisen, se encuentra en Google).

Las conclusiones nos dicen que las personas responden a obedecer a una figura de autoridad sin reflexionar, o sea que la obediencia se convierte en sumisión, no en una situación de reflexión sobre los actos que realizamos. Aun cuando lo que nos pida esa persona resulte en un afecto negativo hacia sí mismo, o hacia otros con posibilidades de daños importantes.

La reflexión es muy importante.

Lo que sabemos es que cuando criamos seres con un sano equilibrio entre el afecto, protección, atención a sus necesidades físicas y emocionales, acompañada de una sana disciplina basada en la flexibilidad, la obediencia se convierte en una forma de vida. Las reglas y normas aprendidas en la vida adulta se convierte en una obediencia con juicio crítico, donde la responsabilidad ante nuestros actos serán respuestas valiosas para nosotros y los que nos rodean, entonces dejarán de ser nuestros actos formas de sometimiento para convertirse en actos de crecimiento.

El poeta Adolfo Morales lo dice de esta forma:

“En música, no se puede llegar a la libertad del jazz sin someterse antes a las reglas de la armonía.”

Abrazos.

Revista Digital

"Hablemos de

lo Bueno"

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