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“Los Observadores” o “Bystanders”

Por: Larisa Osuna Lever

Recientemente tuve la maravillosa oportunidad de conocer el museo del Holocausto en Washington, D.C., y está de más decir lo impactante que me resultó y lo poco que aún sabia sobre muchos aspectos de la segunda Guerra Mundial.



Algo que fue para mí como un balde de agua fría fue que, en una sección del Museo, se encontraba una exhibición llamada “The Bystanders” o en español “los observadores”.

En mi recorrido entendí que esta exhibición se refería a todos aquellos que solo observaron los horrores de la Guerra sin hacer nada para detenerlos. Fueron nombrados ahí gobernantes mundiales, clérigos, la sociedad civil alemana y europea en general.

En aquella época no se contaba con la difusión de medios que existe hoy día, sin embargo, era posible estar enterados de lo que estaba sucediendo en los campos de concentración nazis y tomar acciones para detener el horror, pero muchos decidieron no actuar y solo observar de lejos.

Los aldeanos aledaños a los campos sabían qué estaba pasando, los que transportaban cientos de miles de personas en los ferrocarriles, las columnas de humo de los hornos de cremación subían por los cielos de las ciudades ocupadas de manera visible, y muchas otras evidencias más de las atrocidades que se cometían.

La historia la conocemos, fueron exterminados más de cinco millones de judíos y me pregunté: ¿Cómo pudo suceder esto? ¿Cómo pudieron permanecer observantes de lejos, cómodamente con sus conciencias cauterizadas y no hacer nada para detener las masacres? Y luego me pregunté, ¿Qué habría hecho yo? No pude obtener respuesta, estaba atónita y conmovida grandemente por lo que estaba leyendo e imaginando.

¿Quiénes son o quienes somos los observadores o “bystanders”?

El diccionario de Cambridge los define como: “Las personas que están paradas cerca observando algo que sucede, pero no toman parte en ello”.

Esta experiencia me llevo a una profunda reflexión sobre cómo en el mundo actual, todo nos lleva a vivir un individualismo cómodo y egoísta.

Y en contraste, existe gran difusión en tiempo real de muchos otros horrores que suceden a diario: atentados contra vidas inocentes, violencia física, sexual y verbal, pobreza, desigualdad, injusticias y nosotros observamos todo desde una pantalla, desde un mundo digital y probablemente somos conmovidos momentáneamente, o nos horrorizamos en verdad y quizás atinamos a escribir una protesta en alguna red social, para luego continuar con nuestra vida confortable desde nuestro refugio seguro.

No es correcto generalizar acusaciones o conceptos. Sé que hay personas que viven para servir a otros y que realizan las grandes transformaciones sociales que también observamos a diario y eso me alienta; pero si no tenemos cuidado, los observadores o bystanders seremos muchos.

La inercia que nos arrastra a centrarnos en el “yo”, es tan poderosa como sutil y debemos luchar contra ella so pena de insensibilizarnos y hasta deshumanizarnos ante las necesidades del prójimo.

No quiero proponer un idealismo fútil con este artículo. El propósito es, si me lo permiten, sacudir conciencias, así como fue sacudida la mía con esta increíble experiencia en el museo del Holocausto.

Las sociedades avanzadas y progresistas no son aquellas que son más libres de hacer lo que a cada uno le parezca mejor y les haga sentir bien, aún si con ello afectan a otros, sino aquellas que se desarrollan en todos sus niveles y que mantienen una cohesión de objetivos, para que todo aquel que las conforma pueda alcanzar sus ideales de felicidad y bienestar…o por lo menos acercarse lo más posible. Para ello se requiere ser solidarios e intencionales y no solo cómodos observadores.

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