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No más Callejeros

Actualizado: 11 jun


Por: Alicia Huerta


Era callejero por derecho propio, como cantaba  Alberto Cortez.

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Teniendo escasos 8 años cuando tuve mi primera perrita, se llamaba ‘Nannette’, una french poodle que era mi adoración. La pequeña hizo pipí en mi cama y en toda la casa e ignoraba que mi responsabilidad era limpiar. Mi mamá se enojó y la regaló, yo lloraba a gritos y decía: “ ¡ella era como mi hija!” con aullidos desgarradores. Mi mamá se mantuvo firme y esa fue mi primera gran pena.

Ya de adulta llegó ‘Alice’, regalo del Ing. Hank Rohn. Mi vida se dividía entre mi departamento de soltera y ausencias prolongadas, entendí que la perrita no podía estar sola y la afortunada terminó en la casa de mi ahijada Claudia, donde fue muy feliz.

Así llegó más tarde ‘Daisy’, regalo de mi esposo Rafael Arce, y ahí empezó mi historia de amor por los perros.

Cuando veo un hombre en situación de calle, tirado en el piso y medio cubierto con una cobija, me da lástima y pienso que podría haber elegido otro tipo de vida, pues todos podemos luchar contra nuestras circunstancias. Pero cuando veo un animalito indefenso, tirado en el piso, maltratado, abandonado y en mal estado físico, entonces sí me conmueve, me enoja como ninguna otra cosa. Sí, siento empatía porque ellos no tuvieron opción ni pudieron elegir.

Cada uno de ellos tiene su propia personalidad. Sus miradas te dicen todo, como queriendo compartir algo aparte de su hambre, sed, su amor, alegría, miedo y tristeza, pero… no tienen voz.

Nosotros, como seres humanos, hemos pasado por diferentes transformaciones a lo largo de los años. Hemos aprendido a amar a los animales, especialmente a los perros. Es por eso que nos toca tan profundo ver esas miradas que no pueden decirte lo que quieren y sienten. Es desgarrador.

Resulta frustrante encontrarlos en la calle sufriendo sin tener comida ni agua, en total abandono. Me parte el alma verlos así, al igual que las publicaciones que muestran el maltrato animal.

¿Quién fue la persona que se atrevió a tirarlo en un parque?, ¿quién fue el que se atrevió a martirizarlo y hacerle daño físico?, ¿cuántos niños nos enteramos con que quemaron a un gato o le cortaron las orejas a un perro?, ¿qué clase de niños monstruos son? ¿qué clase de padres monstruos tienen que no les enseñan los valores elementales de la humanidad y respeto a la naturaleza?

 

Esos animalitos de los que hablo merecen respeto, ojalá pudieran tener también amor y un hogar, sin embargo, no hay suficientes hogares con sensibilidad para adoptarlos. Desafortunadamente, cientos de callejeritos pululan por las ciudades por falta de responsabilidad de nosotros, los “adultos”.

Mientras escribo esto tengo lágrimas en los ojos pues, si hay algo que me lastima, es ver a un perrito herido. No se puede defender y tampoco tiene quien lo haga por él, me rompe el corazón. Los seres humanos gritan, patalean, se resisten…ellos no. Quedan indefensos, a merced ciertos humanos que practican la crueldad contra ellos.

Yo te pido amigo lector, que te unas y apoyes las campañas de esterilización.

 ¡Hagamos algo por ellos!




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