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Renacer los valores

Por; José A. Ciccone

No hay duda que en este último año y medio con la aparición del porfiado Covid19 estamos transitando momentos difíciles, que seguramente irán amainando cuando esta plaga se controle más a fondo y no se le ocurra a sus variantes mostrarse más potentes que el mismo virus que nos trae asolados desde comienzos del 2020.


Si nos propusiéramos sacar algo rescatable de esta crisis sanitaria, podríamos pensar que a mucha gente las ubicó en el verdadero círculo en que vivimos y les enseñó que en esta vida sigue habiendo cosas rescatables para aliviar a la humanidad de tanto flagelo suelto. Por ejemplo si nos proponemos rescatar el tema de los valores, porque hoy la sociedad toda se maneja, a partir de los adultos, con ejemplos nada edificantes para los más jóvenes y menos aún para los niños. El consumo desmedido y los paradigmas de metas trazadas a partir de un materialismo atroz, o de alcanzar un poder tan omnímodo como falaz, hacen que naveguemos en un mar confuso, revuelto y peligroso donde es fácil confundir quién está del lado bueno de la vida y quién pasa por ella indiferente, o lo que es más nocivo, para perjudicar a los demás con malos ejemplos y peores acciones.


Corrientes psicológicas, filosóficas y decididamente mercadológicas, han transformado el ideal del altruismo en el ideal hedonista del bienestar material, a punto tal que los valores, con frecuencia, pasan a segundo plano de intención, más aún, en la opción entre conseguir una ventaja material obrando incorrectamente o resignarla actuando con justicia plena, una exagerada propaganda inclina a las personas hacia el lado erróneo, ejemplos sobran todos los días plasmados de manera sistemática en programas de televisión, en las novedosas, efectivas y adictas redes sociales u otros medios masivos, donde se exhiben y difunden profusamente estilos de vida supuestamente aspiracionales, usando modelos de aplicación equivocados, que están fuera del alcance o contexto, por lo menos para la realidad cotidiana de muchas personas que representan a la mayoría.

Valores como guía conductual

Mencionamos mucho la palabra valores, está casi en boca de todos pero ¿qué son estos?.

Desde el punto de vista filosófico el valor no existe, según propias palabras del filósofo alemán Max Sheler—el principal introductor de una teoría de valores-, nos dice también: “Los valores no son sino que valen. Son guías de nuestra conducta, pero no a modo de impulsores, como los instintos, que nos empujan, sino algo que atrae. Es decir, algo a lo que podemos decir sí y también no. Aún desde el punto científico carecen de existencia, ya que la ciencia como tal es ciega ante ellos. Los valores no se pueden ver ni tocar. Se infieren de la conducta humana, pero no se explican”.

Cualquier teoría de la motivación explica las conductas. Y las explica porque se basa en imperativos condicionales. “Si haces tal cosa obtendrás tal beneficio o castigo”. Pero el valor se hace raíz en lo categórico: “haz esto” a secas, como el que proponía otro alemán, Immanuel Kant (Crítica de la razón pura):“Obra como si quisieras que tu máxima pudiera establecerse como principio de legislación universal”.


Esto que parafraseando significa que debemos hacer a los demás, lo que deseamos que los demás nos hagan a nosotros, implica que si obramos de esta manera, que coincide con lo que esperamos de los demás, estaremos contribuyendo a crear un mundo mejor para todos.

Por ello el imperativo categórico a nivel individual, se vuelve condicional si lo referimos a la sociedad como un todo.


¿Cuál es el precio del éxito?


Si el valor no es analizable desde una perspectiva hedonista, pensaríamos que ¿el éxito y la adhesión a los valores son incompatibles? Quizás no se pueda demostrar que el buen obrar siempre lleve al éxito y al progreso, pero lo contrario tampoco es cierto.

Encontraríamos, entonces, personas exitosas en el sentido material que viven en plenitud y personas exitosas que viven en la desesperación. Por ‘plenitud’ entendemos haber descubierto el sentido de nuestra vida y haber realizado los valores correspondiente a su desarrollo. En realidad, el conflicto entre el éxito material y la fidelidad a los valores, inexistente en teoría, aunque no se presenta siempre, puede aparecer en la práctica. En esos momentos se debe ejercer una opción. Si se analiza desde una causalidad lineal, el conflicto no es superable ni desde la perspectiva del egoísmo individualista ni desde la del valor.

En el primer caso conviene dejar de lado los valores y en el segundo es imperativo aferrarse a ellos. Pero si el conflicto se analiza desde una causalidad circular, más amplia, el panorama cambia porque nuestro buen obrar, tarde o temprano, provocará una reacción positiva en nuestro medio que terminará por volver a nosotros.

Esto nos permite actuar en forma optimista con visión de futuro, formar hábitos, consolidarnos como personas con principios y nos permite colegir que el obrar con rectitud finalmente tendrá su recompensa, ya que si buscamos el éxito ‘a cualquier precio’ y a expensas de nuestra convicciones, no sólo asumiremos una conducta antisocial, sino que tales logros tendrán piernas muy cortas o generarán un efecto boomerang, donde el costo de transgredir será más alto que el beneficio alcanzado.


Poder, corrupción e impunidad


La percepción de que todavía en nuestra sociedad la traición a los valores éticos paga y que la impunidad está garantizada, especialmente si uno tiene poder (político u económico), es la principal causa de la corrupción y de la inseguridad, porque si pensamos que trabajando nunca se hará diferencia a nuestro favor cuando de dinero se trata, según se nos viene demostrando y por otro lado, nos manejamos con un imperativo de hacer dinero a toda costa, ¿quién querrá entonces aceptar que en el trabajo honesto está la base del bienestar? Desde tener un puesto público de aviador hasta hacer negociados oscuros en puestos claves, o asaltar a la gente en la vía pública parecería más congruente.

A veces no se puede acceder a estos puestos o uno no tiene la oportunidad de asociarse al delito, pero darle vueltas a la frase produce una convicción y cuando uno no actúa como piensa, termina pensando como actúa. De modo que se convierte en un lisiado moral que sólo espera una ocasión parta sacar una ventaja ilícita.

La adhesión a principios éticos también se manifiesta por la simpatía, por la conciencia de la rectitud y el éxito que generan. ¿Por qué, sino, en la ficción casi siempre los buenos triunfan y los malos son derrotados?

Si pensamos que ser personas íntegras es mucho más importante que tener éxito material, ya sea en posesiones, poder o prestigio, es evidente que la virtud terminará rindiendo dividendos en nuestras vidas.

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