Por Cristina Arias
Autoconocimiento
Esta vez no hablaré de “Victoria”, hablaré de Cristina.
En la noche de año nuevo de 1972, justo a las 00:00, la hora de los abrazos, vi la luz por primera vez. Nací en el seno de una familia conservadora y privilegiada. Mi educación comenzó en un colegio católico de monjas, y gracias a la curiosidad incansable de mi madre, a los 14 años me adentré en un mundo de estudios que incluían control mental, programación neurolingüística, metafísica, meditación y mucho más… aunque en esa pequeña ciudad, esos intereses no eran bien vistos.
A esa misma edad, destaqué como bailarina y coreógrafa participando en eventos sociales de la ciudad, apareciendo constantemente en programas de televisión y en el periódico local. Curiosamente mis primeras alumnas eran mayores que yo, lo que hacía mi trayectoria realmente singular. Nadie podía imaginar que, tras mi aparente confianza y éxito, se ocultaba una joven llena de inseguridades y carente de amor propio.
Mi deseo original era estudiar psicología, mas no seguí mi llamado. Opté por la carrera de administración de empresas, complementando mi formación con cursos y diplomados en ventas, finanzas, mercadotecnia, importaciones y exportaciones, entre otros estudios académicos. Y, al mismo tiempo, seguía nutriéndome con lecturas, cursos de liderazgo y superación personal, una pasión que ardía en mi interior desde entonces.
Terminé la universidad y mi acumulación de diplomados, aunado a los cursos académicos, me posicionó como la primera alumna de mi generación con la posibilidad de titularme; aunque no fue un proceso sencillo. Mi juventud estuvo marcada por la inseguridad y una baja autoestima, el terror me invadía de solo pensar en estar de pie frente a los 3 o 4 sinodales y ser evaluada en un examen oral para titularme. Sentía que no era capaz y de solo pensarlo me temblaban las piernas, me sudaban las manos, me llenaba de miedo.
¿Cómo era posible que una joven que había brillado en el escenario, participado en comerciales de televisión y viajado tanto sintiera que no era capaz? Me percibía como un fraude, la carrera no me apasionaba, me sentía culpable por no ajustarme a los estándares de las "niñas bien", o quizás porque no supe manejar el ser observada por tantas personas a tan temprana edad.
Finalmente, y dejando a un lado el miedo en ese momento, reuní el valor suficiente y me titulé exitosamente un año después que mis compañeros.
La inseguridad me seguía acompañando, encontré un refugio seguro trabajando con mi padre en el negocio familiar… mas no era lo que yo anhelaba. Más adelante me casé y tuve dos hijos, priorizando mi familia por encima de mis sueños de seguir estudiando, sin embargo, ese llamado seguía en mi interior. Después de superar desafíos abrumadores, situaciones desgarradoras, y afrontar pérdidas muy dolorosas, asistí a psicoterapia Gestalt aplicando de manera simultánea los conocimientos adquiridos durante tantos años. Esta maravillosa combinación de autodescubrimiento y conocimientos, me llevó a una sorprendente recuperación y comencé a guiar a otros en su propio viaje de autoconocimiento. Todo comenzó a fluir.
Decidí responder a mi verdadera vocación, estudiando la maestría en psicoterapia Gestalt, obteniendo excelentes calificaciones y resultados.
“Cristina, nunca he visto a alguien con tanto ímpetu como tú” … palabras de mi maestroFernando Samperio.
Y es que cada tarea, cada clase, cada ejercicio y exámenes, ¡disfruté al máximo!
Le puse todo mi empeño, incluso diseñé una coreografía para aprenderme uno de los conceptos principales de la psicoterapia.
Y, ¿saben? cuando atiendes a tu llamado no hay fuerza que te detenga, emerge la creatividad y no hay miedo ni inseguridad que sea más fuerte que las ganas de hacer esto que ahora hago… estoy cumpliendo mi sueño de convertir mi pasión en mi profesión.
Mi examen final fue frente a 13 personas y lo hice llena de amor, confianza y con lágrimas de emoción. Esta vez no había miedo. Ahora ayudo a las personas a encontrar un sentido en sus vidas, a mejorar sus relaciones, a elevar su autoestima y su amor propio.
Durante muchos años, fui una persona emocionalmente dependiente, ahora me dedico a fomentar el autoconocimiento y la autosuficiencia en mis clientes, para que no dependan emocionalmente ni de mí, ni de nadie. Desarrollé una metodología donde logran rápidos resultados para emprenden su vuelo, sabiendo que siempre pueden contar conmigo y regresar cuando lo necesiten. La mayoría llega buscando soluciones a sus problemas y, tras ver los logros y cambios en sus vidas, deciden continuar trabajando conmigo en su transformación.
Y es de esta manera, que nace desde el amor un nuevo espacio físico, un centro de desarrollo personal donde atenderé a mis clientes de manera presencial, impartiendo talleres, charlas, sesiones individuales y cursos, invitando también a más terapeutas. Mi deseo es que se convierta en cuna de numerosas transformaciones, donde florezca el amor propio y reine la independencia emocional.
Mi objetivo es promover el autoconocimiento y la autosuficiencia, ayudando a las personas a disfrutar plenamente de la vida que, como bien sabemos, pasa volando.
A pesar de que el miedo todavía me acompaña en algunas ocasiones, ya no me detiene.
Decidí preguntar a mis clientes qué aporto en mis sesiones -ya que a veces no se explicar la magia que ahí sucede- y la palabra constante fue “claridad”, por lo que decidí llamar al centro “ClaraMente”.
De esta manera pongo al servicio de los demás mis conocimientos acumulados, mi experiencia de vida y mis estudios y entrenamiento como psicoterapeuta.
¡Gracias por acompañarme en este viaje y bienvenido al camino del autoconocimiento!
Y tú, ¿ya atendiste a tu llamado?
Conócete, acéptate, ámate.
Comentarios