top of page

“Cómo la universalidad de algunos beneficios públicos perjudica a los más pobres”

!Pardiez!

Por Héctor J. García




Es muy común, para muchos, pensar que la universalidad de algunos de los servicios o beneficios públicos otorgados por los gobiernos es algo positivo, lo cual queda en duda después de investigar más a fondo algunos indicadores socio-económicos. Entendiendo de origen que lo que cualquier gobierno otorga, surge en gran medida de lo que recauda del cobro de impuestos a los contribuyentes.


Un ejemplo de esto es la educación superior gratuita. Después de varios estudios en distintos países, se ha demostrado que hacer gratuita la educación universal perjudica a los más pobres, ya que quienes se benefician de esta universalidad son en gran medida las clases medias y altas. Un botón de muestra: promediando países de la OCDE, se obtiene que por cada estudiante de escasos recursos que va a la universidad gratuita, lo hacen 3 estudiantes de clase media/alta.


Otro estudio arroja que el origen del problema está en la educación básica, ya que, a nivel preescolar, sólo 2 niños de escasos recursos de cada 10 pueden identificar las letras, y en los niños de clases medias, este número sube a 7 de cada 10. Para llegar a una igualdad escolar, los gobiernos deben comenzar por la educación básica.


Respecto a la educación superior, lo más equitativo en una sociedad es que las universidades cobren una matrícula y solo otorgue descuentos a quien verdaderamente lo requiera, bajo estudios socioeconómicos bien elaborados. Esto, aunado a un sistema de becas y apoyos para estancias a los más desfavorecidos. El cobro de la matrícula de las universidades podría ser pagado por los estudiantes cuando estén el campo laboral, siendo un modelo que funciona en Estados Unidos.



Lo descrito en el párrafo anterior lo implementó el Reino Unido desde hace más de 20 años, y las clases más desfavorecidas no lo resintieron porque es mejor salir bien preparado académicamente, aunque sea con la deuda de los estudios universitarios, que no estar preparado académicamente y no poder aspirar a mejores ingresos para un mayor nivel de vida. Desde luego no suena POPULAR este tipo de segmentación de las políticas públicas, pero es responsabilidad de los políticos procurar la eficiencia del erario, el cual NO es de ellos.


Si hay mayor deserción escolar en los niveles más altos en lo estratos más bajos de la población, esto provoca que la universalidad de la educación sea aprovechada por las clases más acomodadas, es decir, los impuestos recaudados de ricos y pobres para educación beneficiarían menos en proporción a los más pobres.


Otro ejemplo de un beneficio público cuya universalidad lo hace ineficiente, es el apoyo a los adultos mayores sólo por cumplir una determinada edad. Este tipo de apoyos deben estar focalizados a quienes en verdad lo necesitan, por carecer de una pensión digna o presentar alguna discapacidad de algún tipo. La universalidad de este beneficio público afecta a los mayores más pobres, ya que son quienes por lo regular viven más lejos de los centros de las ciudades, y les cuesta más trasladarse a recibir algún beneficio.


El recurso que se le da a los adultos mayores que no lo necesitan bien se puede utilizar en un transporte público eficiente, lo cual hace más fácil la conectividad, y esto sí que tiene un beneficio universal (estudiantes de escasos recursos pueden llegar más fácilmente a los centros estudiantiles).


En conclusión, se debe ponderar la eficiencia de las políticas públicas ante cualquier liderazgo de populismo transitorio.



Revista Digital

"Hablemos de

lo Bueno"

bottom of page