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EL MUNDO QUE YA NO EXISTE.

Por: Larisa Osuna Lever

Recientemente, mientras conversaban sobre algunos valores que ella pretendía inculcarle, un hijo le dijo a su madre: “mamá, me educaste para un mundo que ya no existe”.

Esta frase retumbó en todo mi ser y me hizo cuestionarme si podía ser del todo veraz.

¿Cómo podemos solventar la brecha etaria que nos aparta? Constantemente me veo desafiada a explicarle a mis hijos, con razonamientos “convincentes”, el por qué considero importante que practiquemos tales o cuales valores en nuestra familia.

Entiendo el tema del libre albedrío y el respeto a las ideas propias de cada cual, sin embargo, considero que, entre mis responsabilidades como mamá, está la de exponer a mis hijos a esos valores que su papá y yo consideramos universales, dotarlos de herramientas de inteligencia emocional y sobre todo, inculcarles la fe que profesamos aunque ellos estén en el derecho de elegir, a su tiempo, cómo desean llevar su vida y bajo qué lineamientos la dirigirán.

En esta “era de la información”, los jóvenes realmente consideran que saben mucho y cuando se dan cuenta que no dominan algún tema, ahí están Google y Alexa para ayudarles a la velocidad de un click.

¿Entonces, debemos rendirnos? ¿Debemos aceptar que valores que no compartimos y que se han apoderado de esta generación, no tengan al menos algo de resistencia de nuestra parte como la generación que les antecede?

Creo que al menos nuestros hijos deberían reconocer a la generación anterior, que somos quienes hemos procurado y sostenido la economía que les permite los privilegios que tienen, la educación secular que reciben y algo de sabiduría que a punta de vivencias y equivocaciones hemos acumulado, ¿no creen?

Me explico: cada generación aporta a la siguiente, elementos que sientan las bases sobre las cuales se construyen las estructuras que sostienen a esta nueva generación que emerge de la anterior.


Trabajo arduo, educación, valores, sabiduría, creencias, experiencias, formas de hacer las cosas y muchas otras aportaciones de incalculable valor que se hacen de una generación a la siguiente. Un lujo que no debe permitirse la nueva generación, es la de creer que no hay nada rescatable en la anterior, pues esa postura solo evitará que años de progreso no le representen ningún beneficio.

Boomers, Generaciónes X, Y, Z, Millenials, y cualquiera otra que venga por delante, todas debemos interrelacionarnos para que este mundo funcione.

Un estudio realizado por The Hartford llamado “2013 Benefits for Tomorrow Study”, revela que 9 de cada 10 millenials considera que los “Baby Boomers” son una gran fuente de conocimiento. Asimismo, un 93% de los Baby Boomers que comprendía este estudio, concuerda que la generación “Y” suma nuevas aptitudes e ideas frescas al campo laboral. Ponderando lo anterior, debemos concluir que la brecha generacional conlleva más beneficios que dificultades, si aprovechamos las riquezas propias de cada grupo.

Para lograrlo, los Baby boomers deberemos permanecer con apertura al conocimiento y adquisición de herramientas tecnológicas, siempre al tanto de los avances científicos y las nuevas formas de comunicación, y aceptar con humildad que la siguiente generación nos lleva ventaja en esos rubros. Por otro lado, la generación que nos sucede debería atesorar la experiencia que hemos acumulado y ser intencionales en abrevar de ella, despojándose de toda soberbia.

Considero que, en el entendimiento mutuo de todos los beneficios que se podrían obtener de una sana interacción entre ambas generaciones, nos brindaría la posibilidad de superar las distancias y acortar los espacios que fusionen la experiencia con la juventud.

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