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ESPERANZA DE VIDA

Las ciudades y su gente

           

Por LUZ ELENA PICOS




Seguro ya lo sabe usted, en el mes de enero, quizá a finales, la frontera norte de nuestro país, estará recibiendo una cantidad inimaginable de migrantes. Desde principios de diciembre, salieron de Chiapas, según las autoridades, alrededor de diez mil personas. De todas las edades, un gran porcentaje de niños, adolescentes y de la tercera edad.

 

Traen la ilusión de recibir permiso de los Estados Unidos de Norteamérica para instalarse en esa nación y así tener una vida más segura que la ofrecida en su país de origen.  Si hace 20 años nos hubieran alertado de que Baja California se convertiría en un estado “de paso” para miles de personas que, en sus lugares de origen no tendrían ninguna esperanza de vida tranquila, pocos lo habríamos creído.

 

Hace dos décadas en Tijuana había pocas Organizaciones Ciudadanas que atendían a  migrantes o desplazados como se autonombraban algunos. Cuando mucho 6 o 7 instituciones, destacando 3 por su antigüedad de más de 30 años: Casa del Mirante, Instituto Madre Asunta y Ejército de Salvación. Y el resto casi en forma particular dedicaban sus importantes esfuerzos a atender a quienes llegaban, con la esperanza de obtener pronto el permiso.

 

No había mayores dificultades para dar respuesta adecuada, tampoco tenían necesidad de dormir en las calles.  Hasta que de pronto las ciudades de Baja California resultaron insuficientes para dar albergue mínimo a quienes huían de sus países, cargando con sus bebés y adultos mayores.  Entonces todo resultó insuficiente; albergues, alimentos, atenciones médicas y ropa adecuada para hacer frente al tremendo frio invernal.

 



Los Organismos de la Sociedad Civil, que por sí mismos, habían atendido el problema, empezaron a llamar la atención de las autoridades, para que por lo menos los apoyaran con alimentación para los inesperados visitantes y medicamentos para que se recuperaran de esos viajes tan difíciles y complicados.  Hubo respuesta, pero al mismo tiempo los residentes locales, empezaron a ver que sus instalaciones deportivas de convertían en albergues para  migrantes.

 

¿Qué vamos a hacer? ¿Atender a los migrantes, descuidando nuestras propias necesidades? Y es cuando se dieron cuenta que apenas empezaba el problema y no se veía la solución. Que podría ser algo lógico. ¿Por qué huían de sus países, dejando raíces, hogares, metiéndose en problemas, arriesgando la vida de sus hijos? La respuesta es lógica, simple y llanamente porque los presidentes de esos países expulsores no atendían  a sus gentes.

 

Y por lo visto las agencias internacionales (NNUU, especialmente) no han sabido que hacer.  Mientras los países expulsores no encuentren formas para cumplir su responsabilidad, no habrá capacidad económica o país que pueda dar respuesta a tanto desplazado. ¿Cuál será entonces el futuro de México?

 

 

 

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