Por Edith Tornero
Nuestra ciudad se ha vuelto un punto estratégico, así como el destino de migrantes principalmente del sur de Estados Unidos que encuentran en Tijuana un lugar económicamente más accesible y cruzan diariamente. Y, por otro lado, los migrantes que llegan desde Venezuela, Haití, Guatemala, Colombia, entre otros, que llegan a la frontera en busca del sueño americano y por razones diversas se establecen aquí.
A la fecha, según datos del INEGI (1), Tijuana que en el 2010 tenia registrados alrededor de los 1,5 millones de habitantes, al censo del 2020 se sitúa entre las 10 ciudades más pobladas de México con 1,9 millones, aunque la sensación es que estamos llegando a los 2.1 millones de habitantes. En este mismo sentido, Tijuana también es de las economías más grandes del país, lo que la vuelve aún más atractiva.
Pero, ¿qué hay detrás del crecimiento? En teoría debería haber más recaudación, por ende, mayores y mejores servicios para todos los cohabitantes; más vivienda, escuelas, hospitales y accesos viales, sin embargo, la realidad es que nuestra Ciudad no crece en la misma proporción en infraestructura y servicios. Uno de ellos es el manejo de residuos urbanos; estamos ya invadidos por zonas altamente contaminadas, por el desorden y falta de conciencia ciudadana.
Organismos de la Sociedad Civil hoy se organizan para apoyar con diferentes objetivos, todos en busca de generar impactos positivos. Uno de esos objetivos, en el ámbito medioambiental, es la administración de residuos urbanos y de manejo especial, como impregnar a la sociedad Tijuanense que debemos hacernos responsables de nuestros residuos y transmitirles la importancia de ser selectivos en nuestros consumos. Tenemos el derecho y la obligación de comprar o no lo que necesitamos y hacernos responsables, por lo pronto, de la basura que generamos.
Si tuviéramos el tiempo para revisar el bote de basura del vecino, podríamos saber detalles de su vida, sus costumbres, sus enfermedades, sus vicios, sus pasatiempos, es decir, sabríamos todo incluyendo la periodicidad; pero cuando el vecino revisa nuestro bote, ¿qué podrán saber de mí? y, además, podrían evaluar si realmente me interesa reciclar, reparar o simplemente mando al bote de basura general. Y así pasa con la industria de cualquier giro, el comercio, el prestador de servicios independiente.
La invitación está abierta para todos los 2,1 millones que habitamos esta pujante ciudad. ¡Limpiemos Tijuana!, separemos nuestros residuos, orgánicos que se pueden volver composta, plásticos limpios, cartón que no tenga grasa, vidrio, insumos electrónicos. Reparar el mobiliario y, si ya no nos es útil, donarlo a instituciones públicas.
Para refrigeradores, estufas y colchones, hay jornadas de acopio, o llevémoslo a sitios de reciclaje acreditados, ¿Por qué otras personas tienen que levantar y separar mi basura? lo que es basura para mí, para otro puede ser un insumo en su economía… pero principalmente: “tengamos la conciencia de comprar lo que realmente necesitamos”.
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