Por Larisa Osuna Lever
Esta columna se escribió antes del 6 de junio, por lo tanto, desconozco los resultados electorales en nuestro país, nuestro estado o municipios.
El día de hoy, nuestra democracia en proceso de consolidación, nos ha concedido las libertades que antes difícilmente podíamos imaginar tener. La posibilidad de influir con nuestro voto para cambiar lo que no deseamos es ahora una realidad. Para cuando esta columna salga, ya habremos elegido a quienes nos gobernarán por los próximos tres y seis años y la conformación de las cámaras de diputados local y federal; pero… ¿Qué país se encontrarán los candidatos electos? ¿Qué sociedad es aquella a la que servirán?
Veo a una sociedad polarizada, resentida y manipulada por mentiras e intereses de grupos que se benefician de la falta de unidad que en este momento prevalece. Las candidaturas que los partidos postularon fueron en su mayoría impresentables, improvisadas y muy por debajo de los perfiles de servidores públicos que necesitamos. ¿Por qué fue posible que cantantes, actores, ex reinas de belleza, boxeadores, deportistas, incluso personas con carpetas de investigación abiertas en procesos penales, pudieran ser titulares de las candidaturas? ¿Cómo es posible que nos tuviéramos que conformar con llamar al voto útil sabiendo qué tendríamos que elegir propuestas de tan dudosa integridad, valores o capacidad en aras del alcanzar el mal menor?.
Veo a una sociedad polarizada, resentida y manipulada por mentiras e intereses de grupos que se benefician de la falta de unidad que en este momento prevalece. Las candidaturas que los partidos postularon fueron en su mayoría impresentables, improvisadas y muy por debajo de los perfiles de servidores públicos que necesitamos. ¿Por qué fue posible que cantantes, actores, ex reinas de belleza, boxeadores, deportistas, incluso personas con carpetas de investigación abiertas en procesos penales, pudieran ser titulares de las candidaturas? ¿Cómo es posible que nos tuviéramos que conformar con llamar al voto útil sabiendo qué tendríamos que elegir propuestas de tan dudosa integridad, valores o capacidad en aras del alcanzar el mal menor?
En Baja California somos casi 3,800,000 de habitantes y los partidos no pudieron hacer una labor efectiva con genuino interés público para buscar los mejores cuadros, y convencer a ciudadanos de bien, trabajadores, preparados, con buena fama pública, honrados, íntegros, con arraigo y amor por nuestro Estado, que se conducen por la vida con valores. Los partidos perdieron nuevamente la oportunidad de sorprendernos, de ganar algo de credibilidad, de atender a nuestras necesidades, de buscar nuestro bienestar por encima de sus intereses, de construir plataformas sólidas y atractivas, de regresar a su fin noble de servicio el cual abandonaron hace mucho tiempo, y fueron los partidos políticos de siempre, con las mismas artimañas, con algunos nuevos trucos, siendo ellos mismos.
Y la sociedad queda en medio, agraviada, fracturada, con un muy mal sabor de boca como desde hace muchos años, sintiéndonos engañados y utilizados, como si fuéramos una mercancía de poco valor a la que no se le tiene que cuidar, un simple medio para conseguir un fin mayor, que es acceder a los privilegios, a la cúpula del poder, al tráfico de influencias y aquí vamos de nuevo a padecerles. Entonces me surge la duda de si después de este proceso electoral tan complicado, ¿podremos sanar? La respuesta que me viene a la mente es: Sí. Si reconocemos que los ciudadanos lo permitimos, que los dejamos crecer y apoderarse de la estructura gubernamental porque fuimos apáticos muchos años, y si entendemos que nuestro voto es poder en un papel y también es a lo que más temen los oportunistas en su intento por anularnos. Si dejamos de ofendernos unos a otros, escondidos detrás de las plataformas virtuales, porque de tanto denostar a la clase política nos estamos pareciendo a ellos, y si no me creen revisen el lenguaje confrontativo, de odio, descalificativo e improductivo que es una constante en estos medios de comunicación.
No hemos aprendido a debatir ideas y nos hemos vuelto expertos en atacar a quienes no piensan como nosotros. No hemos conseguido persuadir y convencer con argumentos y esto nos ha convertido en la sociedad que merece a los políticos que desprecia. Si rectificamos y entendemos que no hemos sabido ser mejores mexicanos y aprendemos a participar con civilidad y estar a la altura, entonces podremos sanar.
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